martes, 17 de febrero de 2015

Tan triste como la hiedra...

Me sentía tan lejana y distante como la hiedra que sucumbe ante el  tacto de una rosa y su esplendor; que contempla la luna con su brillo angelical y esa belleza de la que ella jamás podría gozar...
Tan fría como los inviernos de Noruega y tan letal como la muerte del amor más puro...tan celosa de las enredaderas que pueden expandir sus ramas sin ningún temor, siendo libres de ser acariciadas por los pétalos que admiran su extrañeza...
Nunca me había sentido tan sola y rezagada del mundo...así como la hiedra; me había acostumbrado a estar sola, admirando simplemente la simpleza de la brisa y la belleza de los sueños de aquellas criaturas tan brillantes y sublimes  que podían andar sin esconderse, sin temer de sus espinas u ocultando su color...
Aquellos perfumes llegaban a lo más profundo de mis ramas que envidiaban con tal celo a cada una de aquellas rosas, a cada una de aquellas enredaderas y a cada una de aquellas criaturas indefensas y divinas que rodeaban el jardín...solamente yo; la hiedra que trepaba cada vez más alto me volvía cada vez más invisible, cada vez más desdichada; pues quien en aquel manjar de color podría fijarse en una planta que ante el toque de su vida podría caer rendida en un llanto de dolor y que en lo más profundo de su esencia poseía el mortífero veneno de su afecto y su pasión... 
Tan triste como la hiedra y su pesar se ahoga en mi pecho el infortunio de la ausencia de un anhelo a mi esperanza y muere la inherencia de unos pétalos carmín que rocen los sueños de mis labios impacientes...

GiiniiZz!!!***

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